MARCO Y EL TRABALENGUAS

Marco era un niño alegre, divertido, tenía muchos amigos, pero había una cosa que no le gustaba de él: que no era muy bueno que digamos en los trabalenguas.
Un día Marco iba con sus amigos y dijo:
—Os voy a contar un chiste.
Y por una vez Marco no se quedo atrás por su mala habilidad con el trabalenguas, sino porque no se acordaba del chiste.
Se quedó solo en la montaña y tenía miedo. Vio una cueva de la que salía una luz resplandeciente.
Marco fue a mirar qué era y, al cruzar la luz, estaba en un mundo fantástico. En ese momento vio una especie de monstruo con un gorro de bufón. 
Él le dijo:
— Hola pequeño, ¿como te llamas?
—Marco— le dijo el niño.
—Soy el hombre del trabalenguas, ¿qué haces aquí?
—Me he perdido por que me he trabado con un chiste.
—Ohhh..., pobrecito, yo te enseñaré a no trabarte y al final podrás terminar el chiste entero.
El niño estaba muy contento y para que no se trabara el Hombre del Trabalenguas le dijo un trabalenguas:
—El cielo de METÓPOLIS está nublado 
¿Quién lo desnublará?
El desnublador que lo desnuble,
buen desnublador será. 
Gracias a esto Marco ya no se trababa, y ya podía contar chistes.
Cuando salió tenía a sus amigos enfrente y les contó el chiste:
—Papá, ¿qué se siente al tener el mejor hijo del mundo?
—No sé, pregúntaselo a tu abuelo.
—Ya, el tío Carlos mola un montón.
Los niños se rieron mucho, y además dijo el chiste entero sin trabarse.
Y así Marco superó su difilcultad.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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